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La restauración de nuestro Teatro Libertador General San Martín

Esta pieza arquitectónica de la ciudad de Córdoba -que abrió sus puertas el 26 de abril de 1891- será restaurada y renovada para dar la bienvenida al mundo en el próximo Congreso Internacional de la Lengua, en marzo de 2019.

No hay cordobés que no haya experimentado alguna vez un sentimiento de orgullo al mostrarle a alguien, llegado de otro lugar, el Teatro del Libertador General San Martín. Ni siquiera es importante que sea un espectador habitual; puede, incluso, no haber ingresado siquiera al foyer, pero sabe, sin sombra de duda, que el edificio que se levanta en la avenida Vélez Sarsfield 365 es una parte valiosa del patrimonio de la ciudad.

Por estas horas el ajetreo característico de la actividad de los distintos cuerpos estables se ha detenido para permitir la restauración, renovación y puesta en valor de la construcción diseñada por Francesco Tamburini, ejecutada por Giuseppe Franceschi e inaugurada el 26 de abril de 1891. Durante alrededor de un año y medio, un experimentado ejército de estudiosos trabajará para tratar de devolverle el esplendor original. El objetivo es que el “Libertador” reabra sus puertas para el Congreso de la Lengua, en 2019.

Si uno pregunta qué detalles descubrirá la mirada curiosa de los que accedan al reestreno, Fabio Grementieri, el arquitecto que integra la Comisión Nacional de Monumentos y encabeza el grupo, refrena el entusiasmo de los iniciados para advertir que “en buenas obras de preservación del patrimonio, no tienen que notarse muchos cambios”. Pero, claro, la mejora será integral y las modificaciones variadas y aunque fundamentalmente permitirán mejorar la condición del espectador, abarcarán también áreas poco conocidas o ignoradas porque no están a la vista.

Los especialistas dicen que cuando se valoriza un edificio restaurado hay que determinar que tan original quedó desde la época en la que se construyó. “Hay muchos teatros diseñados en esa época que fueron muy modificados por el uso o grandes proyectos de renovación, que estuvieron de moda en los últimos 30 años”, aclara Grementieri.

Y consigna a continuación: “Aquí nos encontramos con que además de calidades de arquitectura, estéticas, de decoración que tiene la fachada, el vestíbulo de acceso, el foyer, y la sala, este teatro tenía toda la máquina escénica original de madera que venía utilizándose y maniobrándose por el equipo de tramoyistas y que es uno de los pocos que quedan en el mundo sin haber sido alterado”.

Ese es uno de los detalles que alimenta el entusiasmo de los restauradores. A ellos les interesa dejar claro el valor que tiene el Teatro a nivel de la ciudad, de la provincia, de la Argentina e internacionalmente. La labor que afrontan implica un fuerte despliegue en diversas direcciones a cargo de un equipo en el que confluyen  arquitectos, historiadores y artistas con diferentes habilidades, capaces de rastrear desde la antigüedad de la pintura de un muro hasta el hilado de un telón o un cortinado.

“A partir de la decisión del gobernador Juan Schiaretti y de los equipos de la Agencia Córdoba Cultura junto a la Dirección de Arquitectura, de iniciar este proyecto integral, se fue armando el equipo con especialistas de Córdoba y otros llegados de Buenos Aires y se fue analizando la historia del edificio, lo que le ocurrió en todos estos años y comparando la pieza que tenemos entre manos con otras similares o de la misma época”, explica Fabio Grementieri para dar una idea de las características del trabajo que asumieron.

El “Libertador”, como le dicen los cordobeses del equipo, el “Rivera Indarte” según la denominación de los veteranos que recuerdan el nombre original, o el “San Martín”, como lo llaman los porteños, es un edificio diseñado por Tamburini, el arquitecto  de Roca y de Juárez Celman, el que construyó y completó la Casa Rosada.

Según el vocal de la Comisión Nacional de Monumentos, “había  bastante investigación sobre el Teatro pero se continuó y completó, para darle el valor definitivo a este patrimonio que constituyen este edificio y todos sus componentes”. El análisis de la rica documentación disponible permitió confirmar que el teatro cordobés “fue una suerte de proyecto preliminar, de ensayo para el Colón”.

Según Grementieri, cuando en agosto pasó por aquí el subdirector para Cultura de la Unesco y ex director de Patrimonio Mundial, el italiano Francesco Bandarín “se sorprendió por la integridad y por haber sido este uno de los pocos teatros en el mundo que tiene su maquinaria escénica original, de madera, diseñada  y construída por los proyectistas  y constructores originales”. El experto quedó maravillado.

Cuando  la tarea que ahora está en su etapa inicial esté concluida “no sólo será para que el Teatro funcione más y mejor; se va a convertir en una visita obligada a Córdoba”, asegura Grementieri. “Todo aquel que venga a la ciudad no podrá eludir pasar por aquí para tener una idea acabada del patrimonio cordobés. Por un lado está la Córdoba de la época colonial, con su Universidad señera y precoz dentro del ámbito sudamericano y también con esta gran pieza de la arquitectura de fines del siglo XIX, de toda esa Argentina de la inmigración que trajo ideas y las combinó en nuevos productos como este Teatro que es parte de la identidad de Córdoba y del país”.

 

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